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Por: Lisa Trujillo Laguna 

El próximo 29 de mayo, las, les y los colombianos tendrán el derecho y el deber constitucional de elegir a la nueva cabeza del ejecutivo en el país. Para las ciudadanías los temas de mayor preocupación para este año están relacionados con la economía, la corrupción, la inseguridad, la salud, el desempleo, la educación, el medio ambiente y el proceso de vacunación.

Sin embargo, poco se habla de los retos en materia de cultura para quien asuma la presidencia en Colombia. Y se preguntarán ¿Por qué es importante tener entre las prioridades de este país el tema cultural?

Lo primero que hay que decir es que la cultura va mucho más allá de lo que nosotros percibimos como tal, pues no es un simple sector económico, sino que es la traducción de lo que somos como sociedad. 

Entonces ¿Qué es la Cultura?

La cultura es un eslabón fundamental entre las relaciones que tenemos como sociedad. Es una red de significados compartidos, expectativas, y comportamientos que nos permiten vivir en comunidad limitando ciertas conductas que hemos determinado para el desarrollo de este grupo social llamado Colombia.

La cultura se manifiesta de diferentes maneras, en diferentes lugares del mundo dependiendo del espacio temporal que se esté ocupando. Es como si tuviéramos una gran bodega de insumos, donde cada una de nosotras y nosotros llevamos un conocimiento, o recogemos el de otra persona para que compartiendo estos temas logremos obtener una interpretación singular de la vida.

Como sociedad somos un grupo de individuos que tiene un rol específico que cumplir, dicho rol está asociado a características culturales que se presentan a lo largo del tiempo y que se determinan a través del lenguaje (el cual es nuestra herramienta de comunicación) y las diferentes formas en las que compartimos el lenguaje nos permite crear las relaciones que definen nuestros comportamientos, formas de ser, patrones de conducta, etc.

Foto por: Lisa Trujillo Laguna

El proceso biológico de todo ser humano da como resultado cumplir con el ciclo de la vida: nacer, crecer y morir. En este camino marcado e inamovible, las sociedades se han encargado de adicionar deberes para cumplir con un mismo objetivo individual que se resume en lograr ser felices.

En el marco de esa búsqueda de la felicidad se nos ha dicho que nacer y crecer debe ir acompañado de estudiar, ser un profesional, formar una familia, trabajar, comprar una casa, viajar por el mundo y tener riqueza o solvencia económica para llegar a esa satisfacción del éxito.

Pero… ¿Es realmente la forma de alcanzar la felicidad? Y más importante aún ¿El Estado colombiano brinda las suficientes garantías para que cada uno alcance el anhelado sueño de la plenitud? El Estallido Social entre 2019 y 2021, dio cuenta de que las cosas no están bien en el país y las encuestas lo reafirman con la percepción de los temas anteriormente mencionados que se posicionan como fundamentales para escoger al nuevo mandatario.

Sigmund Freud ha explicado esta sensación de descontento como El malestar de la cultura”

En su análisis explica precisamente que, el ser humano está en constante búsqueda de la satisfacción, de suplir sus necesidades instintivas para alcanzar la felicidad, pero que como sociedad vivimos en un sufrimiento determinado por tres factores: la supremacía de la naturaleza, la caducidad de nuestro cuerpo y la incapacidad de regular nuestras relaciones humanas de familia, Estado y sociedad.

Las dos primeras están impuestas en el ciclo de la vida, no hay mucho por hacer ante una catástrofe natural, o el mero hecho de que algún día vamos a morir, pero los problemas encaminados al relacionamiento que tenemos con el mundo exterior desde nuestro mundo interior, los han creado e ido legitimando “las instituciones” que persiguen esa idea de bienestar en una sociedad determinada, a través la imposición de normas y el acatar límites que reducen los niveles de felicidad.

Y cuando se habla de límites impuestos por parte del Estado, no se hace referencia a esas reglas frente a comportamientos buenos o malos, sino al acaparamiento del poder. Se ha vendido el desarrollo de la humanidad con escenarios artificiales seguros, que dan ejemplo de una civilización más ordenada a través del arte. De manera que se logran regular las relaciones sociales y el resultado ha sido que la voluntad de los más fuertes económicamente se impone ante la de los más débiles.

Foto por: Lisa Trujillo Laguna 

El cine, la televisión, la radio y las demás formas de Industrias Culturales nos han dibujado una manera ideal de vivir, un modelo de sociedad a seguir. Pero el malestar de la cultura ha producido en muchas ocasiones el levantamiento del pueblo que restringe ese abuso de poder y se encamina al resarcimiento de los daños ocasionados a los desprotegidos, dando inicio al principio de justicia. Para Freud, las sociedades necesitan encontrar un equilibrio entre el goce de las libertades individuales ordenadas para la satisfacción de la sociedad.

Nuestra forma de vida en sí es cultura, la forma en la que nos comunicamos está relacionada y produce esos símbolos culturales que se tienen y a su vez cumple un papel transformador. La cultura cambia con el tiempo, cambian las costumbres y cambia el ideal de vida feliz que tiene una sociedad colectivamente.

Por ejemplo, en el mundo se dicen dos cosas de Colombia: que es el país más feliz y también el mayor productor de coca del mundo. A nivel nacional nos consideramos un país de gente ‘echada pa lante’, trabajadora, que se ‘rebusca la papita como sea’, el país donde ‘gane el que gane igual hay que seguir trabajando’.

¿Y cómo es que llegamos a ese punto? ¿Cómo se obtienen esos imaginarios y se comparten con tal fuerza que hace parte de nuestra convicción individual y colectiva?

Se lo debemos a un concepto que ya habíamos mencionado y que en este apartado les explicaremos con mayor profundidad: Las Industrias Culturales.

Las Industrias Culturales buscan acabar con la sensación de infelicidad, de inconformismo, de malestar. Son esos espacios de entretenimiento que logran llegar no sólo a uno o dos individuos, sino que capta las masas.

Hablamos del cine, la televisión, la radio, el teatro y cualquier forma artística que es monopolizada para brindar entretenimiento a las masas y así proporcionar un estado de felicidad en medio de los sufrimientos que plantea Freud.

Son Adorno y Horkheimer quienes plantearon el concepto de que las Industrias Culturales inciden en la cultura de masas, o forman la cultura de masas. Elimina el papel o el rol del sujeto e incita a comportarse de manera repetitiva, clasificando y manipulando a los espectadores en función de unos intereses económicos.

Es precisamente la Industria Cultural la que ha hecho del arte y de los medios de comunicación en los que se divulga un producto de consumo, un grupo de mercancías que se vende en un mercado de bienes culturales.

Las Industrias Culturales, tienen como objetivo la producción de contenidos con unas características que buscan estandarizar lo que nosotros entendemos por cultura, con el fin de que lo que consumimos sea un producto vendible que genere ganancia, pero que también cumple una función de alienación para la sociedad, no sólo por la capacidad de entregar pausas activas del sufrimiento, sino porque le indica a las personas una manera “correcta” de vivir, y hace que el arte pierda ese valor de transformador cultural.

Es así como en el mundo, pero específicamente en Colombia, se ha clasificado y limitado a la cultura como un sector económico y no como una herramienta para avanzar hacia el equilibrio entre la felicidad y el orden.

Para los, las y les artistas sus expresiones culturales quieren contribuir a la construcción de una Colombia más justa, muestra de ello es que existe colectivos como RespirArte en Soacha, que buscan contar cómo la violencia estructural asesina de manera sistemática a jóvenes, líderes y en general a toda nuestra población por el ansia de capital. O relatos transmedia como Luz de la Noche de la Comisión de la verdad, un contenido digital que intenta dar visibilidad y reconocimiento a los testimonios de las víctimas del conflicto.

Pero ninguno de estos espacios culturales cuenta con las herramientas para lograr llegar a las masas con su mensaje. Contrario a ello vemos cómo el interés del Gobierno Nacional está encaminado a que el único resultado de la cultura que le puede dar un valor relevante es la ganancia monetaria. El Estado invierte, pero el artista produce y si el artista no produce no tiene espacios en medios de comunicación tradicionales, que son finalmente los canales que pueden llegar a una supuesta mayoría en el país.

En Cifras:

Para 2018 el DANE informó que la inversión en Cultura representaba apenas el 0.2% del PIB en Colombia. Aun así, las Industrias Creativas generaron mayores ganancias que el sector eléctrico y más plazas de empleo que el sector bancario.

En el 2018 la cultura aportó 28,4 billones de pesos a la economía nacional; es decir, el 3,2% del PIB, casi que alcanzando al sector de la construcción que produjo 30,41 billones. En el mismo año 539.993 personas estaban vinculadas laboralmente en el sector cultural, mientras que minas y energía generó apenas 163.199 empleos.

Cabe resaltar que en su mayoría los trabajadores de la cultura se encuentran en la informalidad, pero para el Gobierno ese pequeño detalle no es relevante, relevante es la proyección económica que apuntaría en el informe a que la cultura tendría en su cuenta satélite para el 2022 una suma de 38,1 billones de pesos.

¿Y qué actividades componen el sector cultural?

Según el DANE existen tres subsectores: 1) Artes y Patrimonio, donde se enmarcan las artes escénicas, espectáculos, turismo y el patrimonio cultural e inmaterial (como los festivales propios de los territorios); 2) Industrias Culturales convencionales que incluyen las editoriales, la fotografía, lo audiovisual, agencias de noticias y los servicios de información; y 3) Las Industrias Creativas, allí se encuentran los medios digitales, software de contenidos, diseño y publicidad. De los tres las Industrias Creativas son las que generaron mayores ingresos, aportaron 12,1 billones, seguido de Arte y Patrimonio que lograron 7,9 billones.

Por tal motivo, un presidente como Iván Duque, que desde el principio de su gobierno planteó la Economía Naranja (cuya base principal es la cultura) como un foco de fortalecimiento e inversión, apostó por asignar el mayor presupuesto de la historia para este sector en 2021.

En 2016 la Cultura tuvo una inversión de 335,000 millones de pesos, en 2017 disminuyó a 302.000 millones, en 2019 se inyectó un capital de 340.000 millones, en 2020 con todo y pandemia el presupuesto asignado fue de 343.000 millones y rompiendo con todas las proyecciones, Duque anunció un presupuesto de 440.000 millones de pesos para el sector.

Este dinero tendría sus focos de interés en posicionar a Mompox como la capital del turismo del Caribe, impulsar la reactivación de distintos sectores con “Cultura en Movimiento”, un programa dirigido a bailarines, músicos, actores y narradores orales que beneficiaría a 60 mil personas con 45.000 millones de pesos. También se habló de las iniciativas “Compartir lo que somos” y “Artes en Movimiento” que juntas lograrían una inversión de 13.800 millones de pesos.

Foto por: Lisa Trujillo Laguna 

Estas sumas de dinero no parecen alentadoras, y las y los trabajadores del sector cultural han denunciado ante la opinión pública que les parece insuficiente el recurso destinado para un territorio tan amplio, culturalmente hablando.

Los retos para el próximo presidente no sólo están en el marco de fortalecer y aumentar el presupuesto que se destina para la cultura, sino que debe reconocer el valor que ésta tiene en la construcción de un mejor país.

Como lo enunciamos anteriormente, es la cultura una herramienta de transformación; es decir, que todo ese conjunto de experiencias que tenemos como sociedad se pueden cambiar. Colombia no sólo necesita un cambio de forma de Gobierno, o una nueva Política Económica. En un país tan golpeado por la guerra, la desigualdad y la pobreza, es necesario que se gestionen los espacios para la reparación y el cambio de significados que tenemos frente a la visión de la realidad.

¿Alguna vez se han preguntado por qué estamos como estamos? ¿Cómo a un país no le puede doler o importar que en la coyuntura actual los militares estén reconociendo la existencia de ejecuciones extrajudiciales? ¿Cómo a las personas en su individualidad no les interesa la situación de desnutrición y falta de garantías de servicios públicos esenciales en los territorios? ¿Cómo es que el país aún no ha podido doblegar la voluntad del más fuerte cuando hoy son muchas las personas que denuncian y exigen justicia en materia de corrupción?

Es el malestar de la cultura apaciguado por las industrias culturales nacionales e internacionales que han logrado históricamente la dominación de la cultura de masas. Lo que nuestro país vive en materia de desigualdad no es diferente al contexto de otros países, claramente aquí tenemos bastantes matices y elementos por analizar, pero en general, las relaciones de poder que perpetúan la situación precaria de las clases trabajadoras se deben a la utilización de los contenidos y medios culturales para mantener en un orden establecido que beneficia a las élites económicas.

¿Alguna vez han escuchado que una sociedad más educada es una sociedad más justa? La educación parte de nuestra visión cultural, y la educación no sólo está enmarcada en un aula de clase; también, nos educamos a través de los libros, de las infografías, de las obras de teatro, de las canciones que relatan las historias de lucha, los documentales alternativos que hablan directamente de la violencia generada por el capital, las pintas en los murales de la calle, la creación de medios alternativos y cualquier expresión artística que produzca conocimiento y nuevos significados.

En Colombia los espacios culturales no están democratizados, por tanto, responden a que quien tenga mayor capital puede difundir su mensaje, dejando de lado a los colectivos o emprendimientos que buscan un espacio justo para visibilizar y compartir su idea de país, no sólo con fines económicos, sino que también con fines transformadores.

Es por esto que el nuevo presidente no sólo debe entender la cultura como un ingreso económico, sino como una herramienta para garantizar la vida digna desde un factor fundamental como la educación, y la propia idea de cambiar los imaginarios colectivos nacionales e internacionales que se tienen de nuestro territorio.

Es así como la cultura, sin la que no podría existir la sociedad colombiana (y ninguna), debería estar encaminada no sólo a la satisfacción momentánea de las diferentes formas creativas de presentar la vida, no sólo como entretenimiento, no sólo como ese producto que nos saca temporalmente de una realidad dolorosa, sino que debe entender que la producción cultural tiene un impacto directo en la construcción de paz, en la creación de diálogos con las comunidades para pensar en el desarrollo de los territorios, la documentación de nuestra historia desde lo político, lo económico, lo social y lo cultural, buscando romper con el malestar y generando el verdadero cambio que debería desembocar en la reducción de las desigualdades, vencer o reducir la brecha de la pobreza y generar un espacio o varios, donde se pueda pensar y aportar al proyecto o visión que tenemos de una Colombia para la vida digna.

Foto por: Lisa Trujillo Laguna 

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