fbpx
De izquierda a Derecha: Ana María Cuesta, Manuel Ballesteros, Luisa Hernández, Roberto Vidal
Texto por: Ana María Castellanos – Estudiante Universidad Distrital

El 20 de abril en la Biblioteca Pública Manuel Zapata Olivella se reunieron Ana María Cuesta, Directora del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación; Manuel Ballesteros, Presidente del Consejo de Arte, Cultura, y Patrimonio de Kennedy; Luisa Hernández, maestra y trabajadora por la paz; en compañía de la moderación de Roberto Vidal, o más conocido como ‘’Canaviro’’, para hablar y reflexionar no sólo sobre el territorio de Techotiba, sino la cultura que permea Bogotá a partir de sus habitantes en torno a procesos de paz y memoria.

Se conoce Techotiba como el territorio ancestral que se concentra principalmente en Kennedy, y en donde el factor de riqueza hídrica es fundamental para tejer los enlaces del territorio, al igual que las luchas que han tenido que disputarse para ser lo que son hoy en día. En el marco de estas luchas, es pertinente evaluar las raíces de los conflictos, las formas que el pueblo ha encontrado para hacerles frente, y los procesos de memoria que han acompañado esta lucha para no olvidar y crear identidad.

El sur pone el norte

Es importante comenzar con los retos a los que se ha enfrentado el territorio y cómo a partir de aquí surgirán las problemáticas enraizadas en la desigualdad y la injusticia social. Cuando hablamos de Bogotá es pertinente hacer un recuento histórico de hechos que marcaron la memoria bogotana, tal como lo fue el Paro Cívico de 1977 en la localidad de Kennedy, o el estallido social en el 2019 que tuvo lugar en el Portal Américas, por poner algunos ejemplos. A raíz del estallido social, cosas como el nombre que le damos a los lugares comenzaron a cambiar. Pasó de llamarse Portal Américas a “Portal Resistencia”, y a convertirse en un espacio humanitario y de reivindicación para proteger la vida de los manifestantes.

Todo este revuelo de los paros no fue una situación fortuita, fue el resultado de una serie de problemas sistemáticos y estructurales en los que se sume la clase popular como consecuencia de las injusticias sociales que permean su entorno. Son estas problemáticas como el consumo de sustancias, los actos delictivos, las riñas, entre otros conflictos, las cuáles paradójicamente se presentan como una vía de escape a la realidad hostil en la que los jóvenes se encuentran. No podemos hablar de una paz, sin una transformación social que le dé a los y las jóvenes unas garantías mínimas para su desarrollo.

Pues, en las voces de Ana María, Manuel y Luisa era más que evidente un punto en común cuando hablaban de las dificultades de los habitantes de la ciudad: Un ser que no encuentra dónde pertenecer, que no conoce otra cosa más que los malos tratos, la desigualdad, la necesidad, lo vulnerable de crecer en un ambiente inestable, será un ser que los actos delictivos, las bandas criminales, el paramilitarismo, y otras formas de violencia, le arrebaten un futuro mejor.

Sucede que elementos que son meramente del azar, como el lugar dónde se nace, ya empiezan a condicionar la vida de cada ser humano. Aquí es donde el clasismo, y las clasificaciones fundamentadas en la discriminación entrar a tomar partido. Ana María Cuesta mencionaba una situación que habían encontrado a raíz de la realización del podcast Barrios con Memoria, y que tambien la maestra Luisa se había chocado en su momento: ‘’la homogeneización del norte y la estigmatización del sur’’. Este fenómeno que en ambos casos consiste en una visión sesgada del territorio, es provocada por la medida de la estratificación. Esta medida no tiene en cuenta las condiciones particulares de cada hogar, y por el contrario homogeniza zonas acrecentando la desigualdad. Para dar un ejemplo, es común encontrar hogares en barrios que se pueden clasificar como estrato 2 con una capacidad adquisitiva de una familia estrato 4, o barrios vulnerables, rodeados de zonas estrato 4 (como el caso de La Floresta Sur) demostrando lo impreciso que es esta división territorial.

Aquella imprecisión desemboca en una invisibilización de las problemáticas del barrio. La creencia de que el norte es en su totalidad un terreno solamente de clases dominantes, no permite que los barrios vulnerables sean atendidos. Ejemplos de estos barrios en medio de zonas estrato 5 o 6 pueden ser Verbenal, San Cristobal norte, El Codito, Lijacá, entre muchos otros lugares de Usaquén que en este caso no cuentan con casas culturales, o medidas de atención especializadas para garantizar los derechos de la población que viven allí.

Ana María Cuesta – Directora de Centro de Memoria, Paz y Reconciliación en Bogotá

Ana María nos comentaba una realidad latente y cotidiana respecto a la sectorización ante la que se divide la ciudad, en palabras de ella ‘’el sur pone norte’’. Nuevamente, cuando hablamos de violencia, si bien toda la ciudad tiene población víctima del conflicto, la clase popular se concentra en su mayoría en la zona de la media luna sur. Esto se puede identificar en detalles sutiles como el contraflujo en las horas pico de la ciudad. El sur se moviliza al norte porque son utilizados como mano de obra para las grandes construcciones en el norte, o como parte del esquema de empleados de las zonas gentrificadas de Bogotá.

Y para el caso de la estigmatización del sur tenemos ejemplos como el que la maestra Luisa nos comentaba a raíz de su experiencia con la comunidad. Nos hablaba de la estigmatización que sufren los y las estudiantes de la jornada de la tarde, aparte del alto nivel de deserción que presentan. Es esta jornada a la que pintan habitualmente como indisciplinados, malos y hasta peligrosos. Cuando miramos con lupa estos comportamientos, que a simple vista podríamos calificar como problemáticos, encontramos que son seres que necesitan atención, acompañamiento, y sobre todo empatía. Muchos de estos jóvenes vienen de hogares que representan un peligro para ellos mismos. Se ha evidenciado presencia de maltrato físico, y mental, al igual que una crianza basada en el castigo físico o gritos, donde la mejor, y quizás la única forma de resolver una diferencia es con la violencia.

‘’Es importante conocernos, conocer la historia del barrio y lo que allí se ha construido’’ Luisa.

Luisa Hernández, coordinadora de bachillerato en el Colegio La Floresta Sur.

La hegemonía del relato. La hegemonía de la memoria

Esta concepción de lo que es el sur, se crea a partir de la hegemonía del relato. Sobre este tema, el maestro Manuel Ballesteros nos contaba que de la mano del colectivo artístico de teatreros o teatristas, en el barrio El Socorro, en la localidad de Techotiba se preguntaban: ¿Qué es la historia? ¿Quién cuenta la historia? ¿Es la historia aquello que cuentan en un centro educativo, o la que relatan los medios de comunicación?. Es este dominio de quién cuenta la memoria, el que ha propiciado que ciertas partes del territorio sean permeados por un filtro de prejuicio.

Ejemplo de esto, es la concepción de ‘’habitar’’ un espacio cuando hablamos de privilegios, pero se convierte en ‘’invasión’’ del territorio cuando hablamos de la clase popular. El barrio La Floresta Sur donde Luisa ha llevado a cabo su trabajo comunitario es uno de los denominados ‘’barrios de invasión’’, y las personas que lo habitan son ‘’población flotante’’ como Luisa les denomina, esto significa que las familias que viven allí se quedan por períodos estacionarios, en vez de asentarse en el espacio propiciando así el tejido de memoria. La maestra Luisa decía ‘’nosotros nos sentimos un poco ajenos a la localidad de Kennedy’’ pues, según ella, todas las actividades, propuestas, y proyectos se centran en el suroccidente de Kennedy como lo es Patio Bonito, Timiza etc… pero no en La Floresta Sur, por estar rodeada de una zona con mayor poder adquisitivo, la cual por supuesto, no los incluye.

‘’Nosotros necesitamos conocer. Nuestros estudiantes necesitan conocer para generar sentido de pertenencia. Desde ese sentido de pertenencia buscar que se involucren, que generen propuestas, que se generen transformaciones, que empecemos a sentir que lo que tenemos ahí es nuestro y que lo debemos cuidar.’’ Luisa

El orígen del barrio La Floresta Sur no es ajena, ni excepcional en el conjunto de barrios en Bogotá. Sin embargo, es preciso empezar a desligar estas clasificaciones de ‘’invasores’’ a la comunidad. Como comentaba Ana María, no es más que una señal de la comunidad organizándose para obtener una vida digna. No es invasión, es una lucha por un espacio con los elementos adecuados para vivir. Lugares que el POT no incluye, pero que no por eso dejan de existir. Este tipo de barrios tienen una peculiaridad y es que son construidos a partir de la diversidad. Esta unión se da entre migrantes, como lo puede ser el caso de los hermanos venezolanos, o personas desplazadas, disidencias, familias que tuvieron que venir a la ciudad a causa de la centralización, entre otros muchos casos producto de la desigualdad que buscan un espacio digno donde vivir.

La memoria como proyecto político

Es en este punto donde comprendemos que, para reivindicar el territorio azotado por la desigualdad, es necesario implementar los ejercicios de memoria. La memoria no sólo como un elemento accesorio, inerte, y pasivo, sino la memoria como menciona Ana María Cuesta: ‘’La memoria como proyecto político’’.

‘’Dónde está el movimiento social y la organización social hay memoria. […] La memoria viva está en quienes la hacemos. En quienes nos sentimos identificados con la localidad, con el barrio, con la ciudad, con el país.’’ Ana María Cuesta.

Como comentaba Ana María, la construcción de las memorias tiene un papel fundamental en distintos proyectos para diferentes poblaciones. Por ejemplo, el territorio de Techotiba se mantiene en pie gracias a la memoria de sus habitantes. En palabras de Ana María, ‘’la memoria es un proyecto político porque construye identidades, y nos une a unas cosas y a unas tareas mucho más grandes. […] Es un proyecto político que compartimos entre otros y entre otras con unos fines determinados. Revisa qué fue lo que pasó en nuestro pasado, pero sobretodo, la memoria tiene que ver con lo que hacemos en el presente.’’

También hablamos de que la memoria es un proyecto político debido a que permite entender las experiencias pasadas, tal como lo son los antecedentes de violencia que el conflicto armado ha dejado al territorio colombiano, e incluso en la ciudad. ‘’En Bogotá históricamente hubo y existen grupos armados al margen de la ley. Aunque de manera distinta, pero aquí también impactó el conflicto armado. […] También tenemos una población víctima en Bogotá’’ menciona Ana María.

Hablar de paz, es hablar de memoria colectiva

‘’Esta memoria histórica no es sólo de las víctimas.’’ Ana María Cuesta.

Desde la Ley de Víctimas, el ejercicio de memoria histórica en nuestro país es un derecho, pues hace parte de la reparación simbólica para las víctimas. El Estado tiene el deber de promover esos ejercicios de memoria histórica, y es gracias a estas iniciativas que hoy hay informes de la Comisión de la Verdad sobre el conflicto armado en Colombia, y podemos saber qué pasó en las masacres más dolorosas, y en la guerra que nos ha marcado. Todo este trabajo no es sólo para las víctimas, sino para toda la sociedad. Tenemos el derecho a conocer la verdad, y aparte es una responsabilidad de todos los ciudadanos, porque todos hacemos parte de esa historia, mencionaba Ana María.  La guerra al final del día es un caos que nos toca a todos (en menor o mayor medida). En aras de tramitar ese duelo, se asoma la memoria para resignificar lo que vivimos. Como menciona Manuel Ballesteros ‘’Más allá de la muerte, los que quedamos aquí quedamos marcados.’’ Manuel Ballesteros.

‘’ La memoria tiene que ver con con el cuerpo, con los sentimientos.’’ Manuel Ballesteros.

Manuel Ballesteros, presidente del consejo de Arte, Cultura y Patrimonio de la localidad de Kennedy.

La memoria, como mencionaba Ana María Cuesta, se transmite en las prácticas culturales y populares que hay en los barrios, y en general en todo el territorio. Estos espacios culturales como lo pueden ser la olla, el campeonato de fútbol, Junta de Acción Comunal, la biblioteca comunitaria, se han dado gracias a la fuerza de las organizaciones. Son estas mismas quienes se han encargado de tomar experiencias anteriores, y convertirlas en ejercicios de memoria con el fin de mantenerla viva. Es aquí donde la cultura juega un papel fundamental. Será el puente entre el pasado, y un mejor futuro. ‘’[…] No podemos pensar en proyectos de paz, ni en aportar una cultura de paz, si yo realmente no reconozco y me acerco a esos ejercicios de memoria que ya se han producido.’’ comentaba Ana María.

Organización para la paz

‘’ […] El arte y la expresión cultural ayudó para contraer y para recurrir a la memoria. Es ahí donde nosotros los artistas le hacemos más atributo a la memoria’’ Manuel Ballesteros.

Bien lo decía Roberto Vidal en la moderación, la labor artística del maestro Manuel Ballesteros es un trabajo investigativo, sociológico, cartográfico, y poblacional del territorio que luego se traduce en un proceso de interpretación artística. Cuando el maestro Manuel nos contaba sobre su trabajo con la comunidad, comentaba sobre el poder de transformación del arte. ‘’Es lo que nosotros pretendemos en el escenario, crear una ilusión. Pero partimos de una realidad, y en ese transcurrir de la realidad al escenario hay unos ejercicios emotivos, sensitivos, y críticos como actor para interpretar una historia de la realidad.’’

Con su colectivo artístico de teatristas, el maestro Manuel Ballesteros ha recorrido diferentes puntos de la ciudad e incluso del territorio colombiano. En este proceso, específicamente en Bogotá se han encontrado con las “barreras invisibles’’ que marcan el mapa por medio de intimidaciones, amenazas y control de ciertas zonas. La dinámica de las barras bravas es solo una de las capas de violencia en la que se sumerge la comunidad, detrás de estas riñas provocadas por los fanatismos de un equipo, se encuentra el dominio del barrio por redes que expenden estupefacientes, y que ven en el trabajo artístico como el de los teatristas una amenaza para el negocio.

Manuel Ballesteros en conjunto con el colectivo les ofrece a los chicos y las chicas otra forma de hacer catarsis a su realidad. A través de obras de teatro cuentan sus propias experiencias de vida. La incertidumbre de la familia cuando un jóven es obligado a prestar servicio militar y no sabe si volverá, el miedo de caminar por una Bogotá insegura y agreste con la juventud, los temores sobre el futuro, la ira reprimida de nacer en un lugar que no abre espacio para existir y que por el contrario los empuja y los excluye cada día. Una de las obras que presentó en conjunto con los habitantes del barrio fue ‘’el niño que fue a la guerra’’ donde relataba la agonía e incertidumbre de ser obligado a ir a la guerra a enfrentar a un enemigo impuesto.

Para el caso de la maestra Luisa, y sus aportes a la construcción de paz desde la pedagogía, relataba cómo inició un proyecto en el colegio sobre ‘’mediación escolar’’. En palabras de la maestra Luisa, este proyecto consiste en: ‘’generar que los estudiantes conciban la posibilidad de la solución pacífica de los conflictos por medio del diálogo. Es decir que la última alternativa sea la violencia’’. Este valioso proyecto no sólo les daba herramientas, sino que les daba la posibilidad de convertirse en agente de su propio entorno, convirtiéndolos así en mediadores de sus compañeros. Es sumamente importante salirse de la visión infantilizada de los jóvenes, etiquetandolos como seres incapaces de transformar el territorio, para darle paso a un ambiente donde sean escuchados, o como menciona Luisa ‘’donde manifiesten su sentir’’.

De este proceso de mediación que se lleva a cabo con la maestra Luisa es importante recalcar que no es impositivo, pues es indispensable la voluntad para avanzar. Por otro lado, es un ejercicio dispendioso que requiere de varias sesiones, pero al fin y al cabo esa es la forma de construir. No hay forma sencilla de solucionar lo que les aqueja, y no va a ser un proceso espontáneo desaprender conductas lesivas que quizás fueron enseñadas en casa, por amigos, televisión, profesores y tantas otras personas y experiencias que pueden llegar a formar a un ser humano.

Hay que insistir

Como bien resaltaba el maestro Manuel Ballesteros, urge seguir implementando estrategias educativas y pedagógicas. Esto, en palabras de Manuel ‘’Debe ser algo muy significativo. Tiene que incidir en el contexto del ser humano, y quede algo para el futuro’’. Estas estrategias, mencionaba, no pueden ser solamente manifestaciones de la ciudadanía, deben ser concretadas en acciones en entidades estatales que generen políticas claras. Todo el descontento debe traducirse en acciones. Debe traducirse en reformas estructurales al sistema que domina. El maestro comentaba situaciones como las medidas para combatir la inseguridad en los espacios públicos, y si bien no es justificable los actos delictivos, un pueblo con hambre, necesidad, y desesperación, puede caer en conductas que los afectan a ellos y a su entorno. Esto mismo se presenta cuando mencionan que la educación es la única solución. Puede haber un asiento más en el salón, pero… ¿Qué pasa en el entorno del estudiante mientras logra graduarse? ¿Cómo sobrevive el sector obrero con las políticas a medias? ‘’Hay que ser contundentes’’ dice el maestro Manuel.

‘’La historia les va a cobrar más adelante’’ Manuel Ballesteros.

Después de este conversatorio el mensaje es claro: Hay que insistir, hay que seguir insistiendo. Hay que insistir, por ejemplo, en la paz. Ana María Cuesta hacía énfasis en que nos preguntemos ‘’¿qué clase de paz queremos’’. La idea de mantener la memoria viva, es que para que el objetivo de la no repetición se cumpla. Sin embargo, es pertinente revisar si queremos un proceso de pacificación o de liberación. Un proceso de paz pensado en la dignidad y en un proyecto político integral, o un proceso de paz para no incomodar. Como se relataba durante el conversatorio, lo que se tiene hoy en día no es porque las élites lo han permitido, ha sido porque como dice Ana María ‘’la gente ha salido a las calles a defenderlo’’.

En esa misma vía de una paz para la clase popular, mencionaba Ana María Cuesta ‘’a la paz, hay que meterle pueblo’’. Recalcaba que la negociación no puede ser solamente entre actores del conflicto y personas del gobierno. Debe ser con el sector obrero, con los maestros, con las víctimas, con las diversidades, y le sumaria yo, con la prensa popular y alternativa. De esa forma romper con la hegemonía del relato, con la segregación, con la estigmatización, y comenzar a crear una verdadera cultura de Paz.

Para lograr que los proyectos como los que lidera la maestra Luisa, los procesos que acompaña el maestro Manuel, o los espacios que propicia Ana María Cuesta, trasciendan se hace indispensable la constancia. Aunque canse, aunque pese, aunque duela muchas veces: Hay que insistir en ello. Hay que insistir en las obras, en la pintura, en la formación política, en la educación, en el tejido comunitario, en la olla, en la organización, y en toda forma donde el poder popular se fortalezca. La lucha que carga el pueblo es compleja y extensa, por eso, aún debemos insistir.

¿Con quiénes conversamos?

Ana María Cuesta, directora del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá. Socióloga y Magíster en Estudios Políticos y Sociales, se destaca por su labor en el ámbito de la memoria, la reconciliación y los derechos humanos. Antes de asumir el cargo de directora, se desempeñó como coordinadora de la línea de memorias locales en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.

Manuel Ballesteros, presidente del consejo de Arte, Cultura y Patrimonio de la localidad de Kennedy. Profesional en Artes escénicas con énfasis en pedagogía teatral. Investigador, promotor y gestor cultural con mas de 40 años de experiencia en la localidad, en la formulación de políticas y proyectos culturales a nivel local y distrital.

Luisa Hernández, Licenciada en Filología e Idiomas de la Universidad INCCA de Colombia, especialista en gerencia de proyectos educativos de la Universidad Cooperativa, y Magíster en dirección y gestión de instituciones educativas de la Universidad de la Sabana. Cuenta con 20 años de experiencia como docente en colegios privados y distritales, y 8 años como coordinadora. Actualmente es coordinadora de bachillerato en el Colegio La Floresta Sur.

Invitación y moderación: Acompañando el espacio en el ejercicio de moderador estuvo: Roberto Vidal, Más conocido como Canaviro, es educador comunitario, gestor cultural, consejero local de cultura de Kennedy, coordinador de la Mesa de Rock de Kennedy y Director del Centro Cultural Sikuwayra.. Este espacio fue posible gracias a la Revista Tribuna Cultural con la dirección de Diego Felipe Martínez Mayorga. Agradecimientos especiales a Ana Victoria del grupo Renacer de la Floresta Sur que estuvo presente en el conversatorio. A la Coordinadora Biblioteca Mayor Red Distrital de Bibliotecas Públicas – BibloRed, Soledad Prieto. A quienes nos leen. A quienes aún luchan.

También puedes leer:

Últimas Entradas

¿Y si Cabal llega a la presidencia?

Por: David Borda @unpolombianoLas implicaciones materiales de ‘la nueva derecha’ en el poder.Hace algunos días salió a la luz una entrevista de María Fernanda Cabal para El Espectador, en ella reafirma sus intenciones de lanzarse a la presidencia y señala que quiere...

leer más

Derechos Humanos

¿Y si Cabal llega a la presidencia?

Por: David Borda @unpolombianoLas implicaciones materiales de ‘la nueva derecha’ en el poder.Hace algunos días salió a la luz una entrevista de María Fernanda Cabal para El Espectador, en ella reafirma sus intenciones de lanzarse a la presidencia y señala que quiere...

leer más

Más Cultura

Gracias a nuestros miembros el trabajo periodístico que hacemos es posible.