“Somos un puñado de campesinos que queremos un país distinto. Dejamos las armas, pero nuestras ideas siguen intactas” Alex Monroy Firmante de la Paz 2016.
Durante la época de La Violencia en Colombia, aparecieron guerrillas comunistas en el Tolima. Con el Sexto Congreso del Partido Comunista Colombiano, se empezó a gestar todavía con más fuerza la idea de crear dichas autodefensas, que terminaron por formarse en 1949.
Las Ligas Campesinas en el Tolima crearon estructuras de direcciones para los grupos de autodefensas comunistas de Rico, Horizonte y Chicalá, que luego conformaron en 1950, la Columna Marcha.
Cuando los liberales se dieron cuenta de la capacidad organizativa de los comunistas, les invitaron a construir un destacamento fuerte para todo el sur del Tolima. Fue bajo esta idea que en el lecho del río Cambrí, se estableció el cuartel general de ambas guerrillas bajo el mando del Estado Mayor Unificado, integrado por 8 comunistas y 7 liberales.
En 1952 se realizó la Primera Conferencia del Movimiento Popular, para dicho momento ya se había disuelto el Estado Mayo Unificado, comunistas y liberales se enfrentaban y combatían entre ellos, pero en otras ocasiones se juntaban para hacerle frente al Gobierno.
Para 1953 Gustavo Rojas Pinilla promovió una amnistía para casi 5000 guerrilleros que dejaron las armas. Bajo la incertidumbre y la sospecha de la traición por parte del General, grupos comunistas se concentraron en el Páramo de Sumapaz, lugar en el que fueron atacados por las fuerzas militares.
Entre 1956 y 1958 conservadores y liberales se estrecharon las manos, acordaron el reparto del poder y juntaron sus fuerzas desde el Frente Nacional, en el marco de la Guerra Fría, para darse a la tarea de exterminar la amenaza comunista.
La persecución se agudizó, por lo que los y las campesinas empezaron a desenterrar las armas de la Guerra de los Mil Días para defenderse, mientras se desplazaban hacia la histórica Marquetalia, lugar donde se refugiaron e iniciaron la Resistencia Agraria.

“Hasta la fecha los autores materiales e intelectuales de horrendos crímenes en el departamento del Tolima, los que ordenaron y practicaron degollamientos y fusilamientos de centenares y miles de campesinos; los que establecieron mataderos públicos de hombres y mujeres liberales y comunistas, de ancianos y niños, convirtiendo los alrededores de Chaparral en verdaderos campos de exterminio continúan disfrutando de las prebendas y la confianza del nuevo Gobierno y otros paseándose, con aire de satisfacción, por las calles de pueblos y ciudades del Tolima”, Manuel Marulanda escrito en sus Cuadernos de Campaña.

Desde las montañas de la cordillera central colombiana, se formó una comunidad campesina liderada por, Pedro Antonio Marín Marín, conocido como Manuel Marulanda Vélez, y Luis Alberto Morantes o mejor dicho Jacobo Arenas.
Para 1960 Jacobo Prías Álape, dirigente agrario y jefe negociador de la Amnistía de Rojas Pinilla, fue asesinado por Jesús María Oviedo, alias Mariachi, esto significó el inicio del conflicto armado interno en Colombia, pues las bases de las guerrillas liberales y comunistas se rearmaron.
El Gobierno de Guillermo León Valencia empezó a estigmatizar y señalar a algunos territorios como “Repúblicas Independientes” declarando como objetivo militar a la Marquetalia Rebelde del Sur del Tolima. De inmediato Camilo Torres, Orlando Fals Borda, Gustavo Pérez, y Eduardo Umaña Luna solicitaron al Ministerio de Guerra, conformar una comisión de paz para dialogar con los campesinos, dicha iniciativa fue negada por completo.
León Valencia no vaciló en solicitar ayuda a los Estados Unidos, y del 18 de mayo al 22 de junio de 1964 se ejecutó la Operación Soberanía, al tiempo que el Plan LASO (Latin American Security Operation). Fueron 16.000 hombres los que desplegaron toda su fuerza contra la población. Según relatos de los sobrevivientes, por lo menos 2000 campesinos de las veredas El Puerto, El Socorro y otras, fueron desalojados y encarcelados, cerca de 200 fueron sometidos a torturas y posteriormente asesinados.
Jacobo Arenas escribió en su diario “Resistencia a Marquetalia” que muchas personas no pudieron ser identificadas pues les cortaron las manos y la cabeza. Por su parte el escritor Walter Broderick, cuenta que “los aviones regaban la selva con un terrible rocío de bacterias”.
En medio de la barbarie, los 48 hombres alzados en armas de Marquetalia sobrevivieron, y dieron origen a las FARC el 27 de mayo de 1964, y el 20 de junio del mismo año expidieron el “Programa Agrario de los Guerrilleros de Marquetalia”.
Después de estos hechos muchos hombres y mujeres se bautizaron fareanos por más de 50 años en Colombia, con la misión y el compromiso de “derrocar al Estado y establecer un Estado Agrario-Comunista”.
Después de la creación del primer frente, llegó el gobierno de Julio César Turbay (1978-1982) que se propuso implementar un régimen de seguridad en el marco de la Doctrina de Seguridad Nacional de Estados Unidos, con el que se pretendía acabar con los grupos insurgentes, además de prohibir la protesta social. El Estatuto de Seguridad Nacional dio como resultado graves violaciones a los Derechos Humanos entre las que podemos destacar torturas en unidades militares, desapariciones sigilosas, y allanamientos sin orden judicial.
Durante la presidencia de Belisario Betancur se firmaron los Acuerdos de la Uribe el 28 de marzo de 1984, en el campamento conocido como Casa Verde, en este caso se estableció un cese al fuego bilateral con los 27 frentes de las FARC y los militares. Fue la búsqueda conjunta de una salida al conflicto armado interno.
De estos Acuerdos de Casa Verde nace la Unión Patriótica, un partido compuesto por miembros de las FARC-EP, el Partido Comunista de Colombia y así como algunas organizaciones sociales. La UP logró posicionarse como una de las fuerzas políticas del país rompiendo con la tradición bipartidista, razón por la que fueron perseguidos y sometidos a un nuevo genocidio. Fueron por lo menos 4.153 víctimas de asesinato y desaparición forzada por parte de una acción combinada ente militares, políticos y paramilitares.
Mientras la UP era perseguida, la arremetida bélica no se hizo esperar, en 1988 las FARC atentaron contra el Ministro de Defensa, Manuel Jaime Guerrero. Además con armas en mano hicieron proselitismo político y desplazaron de algunos territorios periféricos a líderes de otras corrientes políticas, ejecutaron su plan de desdoblamiento de frentes, y continuaron con el secuestro de ganaderos, narcos, y empresas extranjeras base de grupos paramilitares, como medio de financiación.
El exterminio de la UP produjo que muchos guerrilleros que se acogieron a la ley 35 de 1982 regresaran a las armas, y el conflicto retomó su curso con más fuerza, además por la falta de garantías para participar en la Asamblea Nacional Constituyente, y el ataque al campamento de Casa Verde en 1990 a manos de 400 hombres de la VII Brigada del Ejército, en cabeza del nuevo presidente César Gaviria Trujillo.
Ya entre 1998 y el 2002 se dio el Proceso de Paz del Caguán con Pastrana como presidente, producto de la iniciativa del movimiento social por la paz que convocó al país a manifestarse en contra de la violencia al tiempo que se exigía una salida negociada del Conflicto.
El Gobierno Pastrana llegó a pactar con las FARC la desmilitarización de 140.000 kilómetros entre el Meta y Caquetá, además se estableció una mesa diálogo y negociación.
Además del despeje, también se definió una Agenda común por el cambio de una nueva Colombia, se realizaron audiencias públicas transmitidas por televisión, y se contó con varios representantes de países europeos y americanos como observadores internacionales.
Muy a pesar de las esperanzas que habían sobre estos diálogos, la constante tensión que dificultó la verificación internacional, el secuestro de un avión en San Vicente del Caguán, las denuncias sobre el uso de la zona para esconder secuestrados y ampliar los cultivos de coca, el fortalecimiento de los paramilitares y el secuestro de Jorge Eduardo Géchem, un hecho especialmente recordado debido a que la columna Teófilo Forero secuestró el avión en que viajaba el entonces senador.
Desafortunadamente las dinámicas propias de la guerra, la infiltración, la necesidad de financiar y mantener a la guerrillerada, el narcotráfico, entre muchas otras “fallas tácticas”, llevaron a que se desdibujara, aunque no del todo, el horizonte político, y que muchas personas de la Colombia Rural, se convirtieran en víctimas de las víctimas.
El conflicto armado interno, el contexto bélico, hizo de los actores armados, actores dinámicos que fácilmente pudieron asumir el ser víctima o victimario, pueblo contra pueblo, mientras que la élite colombiana sobrevivió y aumentó sus arcas a costa de la sangre indígena, afro, campesina, a costa de la ocupación de nuestros cuerpos, de nuestros territorios.
Para el 2016 el Gobierno de Juan Manuel Santos firma con las FARC-EP el Acuerdo Final de Paz, en el que se puso como prioridad la Reforma Rural Integral, la participación política como una apertura democrática para la construcción de paz, seguido del cese de hostilidades y la dejación de armas, en el que se incluye además la necesidad de la reincorporación en lo económico, social y político, así como las garantías de seguridad para los excombatientes.
El Acuerdo también planteó la solución al problema de las drogas ilícitas, los mecanismos de implementación y verificación de lo pactado, y un enfoque especial frente a las víctimas, por lo que se creó el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición (SIVJRNR).
Han pasado 7 años… y el conflicto persiste en los territorios, el dinero de la paz fue “presuntamente” rapiñado por el gobierno de Iván Duque Márquez, quien pasará a la historia como el presidente que hizo trizas la paz.
Sin embargo, la resiliencia de víctimas y excombatientes ha ido marcando a través de algunos referentes, la esperanza de que un día será posible una Colombia para la vida digna, para el buen vivir, para eso que llaman “vivir sabroso”.
Por eso hoy en #LaTribunaCultural, queremos compartir la conmemoración de los 59 años de ese momento que marcó la historia de nuestro país, y que vive en las acciones de aquellos “hijos de Manuel Marulanda” que continúan apostándole a la Paz.
De Marquelia a la Casa de la Paz
Un proyecto liderado por 10 firmantes de la paz que le apostaron a la construcción de memoria colectiva. Allí no solo acuden personas afines al proyecto político ideológico de las FARC, sino que ha sido un espacio para el diálogo, el intercambio de saberes, y el tejido de la reconciliación entre víctimas, excombatientes, organizaciones, colectividades, y la misma institucionalidad que mira con recelo esa capacidad que allí existe de respetar las diferencias, y a partir de ellas consolidar el camino de la paz con justicia social.
Por eso no es de sorprender que durante la semana del 27 de mayo del 2023 la Casa de la Paz conmemorara lo que llamaron “el Día de la Dignidad”.
“Para nosotros el 27 de mayo es como un día histórico de resistencia y dignidad en el que un puñado de campesinos se levanta contra el imperialismo y la arremetida militar del Gobierno colombiano.
La Casa representa dignidad, y con estos eventos el objetivo es decirle a la gente que, aunque para el Estado y para los medios de comunicación, el monstruo eran las FARC, que los problemas de Colombia eran las FARC, lo que queremos es demostrar es que somos un puñado de campesinos que queremos un país distinto, un país con justicia social, pero sin perder los ideales. Nosotros dejamos las armas, pero nuestras ideas siguen intactas.
Queremos un país donde se respete la diferencia, por eso todo lo que se hizo fue en el marco de actividades farianas, siempre hemos peleado por la paz con armas o sin armas, somos luchadores de la Paz”. Así lo expresó Alex Monroy para Tribuna Cultural.
Sin duda la Casa de la cerveza la Trocha, ha sido un referente para la reincorporación no solo de los firmantes, sino de sus familias, de las víctimas y de todas las personas que allí convergen para aprender de la historia de Colombia, y para pensarse un mejor país. Sin embargo, no ha sido un camino fácil:
De las armas a la literatura
En el marco de la conmemoración del Día de la Dignidad, la Casa de la Paz presentó dos libros: “Adiós a las armas”, y “Ellos también tiene su propia historia” del autor Teófilo González, así lo conocían en las montañas de Colombia.
Su nombre de civil es Wilson Ramírez Guzmán, quien estuvo 28 años en las FARC, y cuando firmó la paz, decidió empezar a escribir.
Teo llegó en el 89 a las FARC, el hostigamiento y persecución por parte del Ejército lo llevó a buscar refugio allí. En el año 2002 se convirtió en jefe de seguridad de Alfonso Cano, quien tuvo gran responsabilidad en su formación como escritor.
Cuenta Teo que tenía que pasarle un reporte de seguridad a Alfonso Cano, con las novedades del día y la noche, detalles con hora y fecha, descripción de las situaciones y todo lo que pasaba en la Unidad que manejaba. Esto llevó a que tuviera que aprender a escribir de forma correcta, además Cano le corregía la ortografía y si se tenían preguntas sobre cualquier tema, las enviaba por escrito y Cano respondía cumpliendo un papel de profesor, si se quiere.
Cuando Teo ingresó a las FARC apenas y tenia 4° de primaria, pero en la guerrilla le tocó estudiar, aprendió inglés, filosofía, matemáticas, historia, entre otros muchos temas de interés a los que les fue tomando gusto con el tiempo.
Después de la dejación de armas, Teo pierde 4000 hojas de Word con novedades, aquellas que presentaba a Alfonso antes de su muerte. De ahí nació la motivación para empezar a escribir y contar desde la literatura cómo fue esa realidad que él vivió en el marco del conflicto armado interno.
La Comisión de la Verdad, a través de la entrega del Informe Final, ha resaltado la importancia de la verdad, y esta no solo se trata de reconocer responsabilidades, sino de que el país realmente conozca quienes son las personas que empuñaron las armas bajo el proyecto político de las FARC.
La CEV explica cómo las personas víctimas del conflicto quieren saber porqué tuvimos que vivir más de 60 años de violencia. Esto incluye escuchar, leer y reflexionar acerca de las vivencias de los guerrilleros, aquellos que también fueron víctimas desde la violencia bipartidista, hasta la época de la seguridad democrática, en la lógica de un Estado que buscaba exterminar al comunismo.
A través de sus libros, Teo explica cómo llegó a la Guerrilla en el Caquetá, su traslado al Guaviare para la Conferencia Nacional de 1993, el cruce por el páramo de Sumapaz, y los 20 años que pasó en el Tolima. También comparte anécdotas que marcaron su vida, recuerda y hace memoria de los guerrilleros de base, y reconoce lo que él ha llamado “fallas tácticas” de las FARC, en este punto expone aquellos hechos que considera fueron un error, una “embarrada” porque “no todo fue bueno, también tuvimos cosas malas” reconoce Teo.
Teo no solo presentó sus dos libros en la Casa de la Paz, sino que anunció que tiene listos otros cuatro textos, con los que busca aportar a la verdad y a la memoria colectiva de nuestro país.
Conocer la verdad es también escuchar el otro lado de la historia, por eso Wilson Ramírez compartió y recordó durante el Día de la Dignidad, el proceso de formación alrededor de la lectura que se desarrollaba desde las FARC, razón y causa de que hoy en la vida civil sea un autor, que cuenta desde su sentir, desde el amor, y desde el orgullo que siente de haber dedicado su vida a la lucha.
De la guerrilla pa´ Turbaco
“He tomado este camino porque considero justo y necesario que los pobres de Colombia seamos quienes estemos en el poder” De mi pueblo a la guerrilla, Julián Conrado.
Uno de los puntos del Acuerdo Final para la Paz, reiterado además por las recomendaciones de la Comisión de la Verdad, es la importancia de la participación política para que a través de la democracia podamos construir la paz.
Para los excombatientes este camino no ha sido nada fácil, aún cuando se pudieron consolidar como partido a través de Comunes, y que contaban con curules en el Congreso para los periodos legislativos de 2018 y 2022.
A Colombia aún le cuesta admitir a las y los guerrilleros en la vida política del país, esto debido a la estigmatización que motivaron los medios, pues las casas editoriales y conglomerados -como bien lo señalaba Alex Monroy al principio de esta nota- se dedicaron a vender una percepción de que en las FARC solo había monstruos y omitieron las razones políticas de fondo.
Muy a pesar de las dificultades, Colombia tuvo al primer alcalde guerrillero en Turbaco, electo y solicitado por su pueblo, una muestra de que por la Paz todo es posible.
En la celebración del Día de la Dignidad, la Casa de la Paz presentó a Guillermo Torres, más conocido como Julián Conrado, el hombre que compuso algunas de las letras más significativas y nostálgicas para la guerrilla.
Durante este evento fariano, se proyectó el documental sobre la vida del cantautor turbaquero. Una semblanza que recoge las voces de quienes lo conocieron antes de irse para las FARC.
Allí se cuenta cómo era Guillermo Torres, la conmoción que provocó cuando se fue al Frente 19 estando en el camino a la cima de su carrera como cantante, el cariño que todos sentían por él, y cómo fue su regreso a Turbaco una vez se firmó la paz.
Julián Cortés fue el director de este documental, también fue firmante de la Paz, expresó durante el conversatorio que la música de su tocayo Julián Conrado, fue lo que en muchas ocasiones le dio fuerza cuando fue prisionero político, desde la cárcel tomaba fuerzas cantando “guerrillero soy, soy guerrillero empuño el fusil y al combatir lo hago hasta vencer o hasta morir por justicia y paz que es lo que quiero”.
Julián Cortés no solo quería mostrar quien fue Guillermo Torres y quien fue Julián Conrado en las FARC, sino que evidenció cómo a su regreso de la guerrilla el pueblo prácticamente le exigió ser alcalde de Turbaco, y muestra algunos de los avances y del trabajo que logró hacer una administración fareana.
La paz a medias y con las uñas no ha sido un obstáculo para Julián Conrado, quien compartió el pasado 27 de mayo de 2023 su experiencia como alcalde… y cómo fue regresar de la guerrilla pa´ Turbaco.
Entre las reflexiones que abordó, dijo en repetidas ocasiones que no hay nada sin el pueblo, se necesita a la gente, a las bases al lado para poder ganar las batallas; también hizo un llamado de atención para que todas y todos participemos de la construcción del Plan Nacional de Desarrollo; contó su experiencia enfrentado a la corrupción en Turbaco, denunció al “Turco Isaza” un hombre que monopolizó los contratos de cualquier índole en el municipio; y por último hizo una reflexión sobre el amor y como este es la única respuesta para vencer.
Por supuesto que Julián Conrado cerró con broche de oro la noche, compartiendo algunos de los mensajes que compuso e hizo canción mientras enfrentó su vida de líder social, guerrillero y ahora alcalde.
La lucha por la reivindicación de los derechos, la propia exigencia de los derechos ha estado marcada por la violencia. El 20% de la población en Colombia ha sido víctima del conflicto armado interno, la Comisión de la Verdad asegura que, si tuviéramos que hacer un minuto de silencio por cada víctima, tendríamos que guardar silencio por algo más de 17 años.
Los esfuerzos de proyectos como la Casa de la Paz, el escritor Teo González, y el alcalde Julián Conrado, nos ayudan a tener un ejemplo, una esperanza, una motivación, para continuar trabajando por la paz de Colombia.
Es importante que todas y todos desde nuestro lugar en la sociedad reafirmemos el compromiso incesante por garantizar y proteger los derechos a la Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, para que escribamos una nueva historia ¡hagamos memoria colectiva desde el amor!
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